El Poeta


He llenado de versos tu silueta tantas veces, que ya ni recuerdo cuando fue la última vez que usé tinta sobre hojas en blanco. Pero si recuerdo aquel atardecer de invierno, donde tus ojos se fijaron en el punto más oscuro del horizonte, solamente para ignorarme. Y todo porque me preguntaste: “¿por qué te sumerges en lo más profundo de mis venas y no en mi mirada?”.

Para ese momento, estaba tan atolondrado que respondí con toda la verdad de mi alma: "Si te lo digo querida mía, tendría que asesinarte. Y por más que imagine limpiando mis manos de tu sangre, mi conciencia siempre encontrará la manera de volver a empaparlas, solamente para recordarme que más que un poeta, soy un homicida. Además, amor mío, no hay suficiente espacio en mi cama para tender tu cuerpo. Porque, querida, si has de descansar por siempre... el lugar perfecto sería a mi lado. Mi amor… tus venas dicen más que tu mirada. Tu vida está en ellas, esa es tu verdadera esencia".

Desde ese día he tratado de explicar a mis sueños, lo que quiero construir y destruir de mí, lo que odio y a lo que más amo, que es a ti. Pero siempre hay algo que detiene todo proceso de entenderme con el mundo y conmigo mismo. Porque no fue mi intención hacerte daño. Ni con palabras ni con nada. ¡Joder! Ni siquiera al aire le permitía que se acercara demasiado a tu tiempo y espacio.

Aunque nada de eso fue suficiente, no desde aquel atardecer, cuando la última ola que se vislumbró en el mar, se ocultó con el último rayo de sol. Luego, vino la oscuridad. Me viste cambiar. Y esa única pregunta, naciendo de tu curiosidad, despertó "eso" que me fue difícil de ocultar. Esas ansias, malditas y bellas, como tú. No tanto, pero bastó para quitarme el aliento. Bastó, para darme cuenta de lo que realmente sentía.

 

Hasta cierto punto, pude llegar a comprender… Que más que una musa, fuiste el despertar de mi propia creatividad. Fuiste mi conciencia y la tentación que se hallaba a pocas leguas. Fuiste la Luna en el Sol, manteniendo la temperatura exacta de mis locuras. Viste en mí a los hombres que te hicieron daño, pero también a los que lo repararon. Y con eso, creaste la confianza suficiente para dormir todas las noches junto al hombre que escondía, dentro de tu almohada, el arma homicida que acabaría con tu vida.

Todavía me pregunto: ¿Cómo pensaste que yo, un hombre enamorado de rimas, podría hacerte una cosa tan vil? ¿Cómo llegaste a concluir que de un beso que pude haberte robado, terminaría asaltando la casa donde resuenan tus pálpitos? ¿En qué momento me delaté…?

Y sí, suena tan obvio que haya sido aquel día de invierno... Pero no. No fue así. Porque antes de revelar mi verdadero ser, quisiste cambiarme, porque mientras tu sangre emanaba de tus entrañas confesaste tus anhelos, y con ello, el fracaso que te llevó al cielo.

"Siempre fuiste así", me dijiste antes de verme por última vez. Sonreímos. Viendo en nuestra memoria la historia de amor más insólita y alocada. Entendiendo que, me amaste por sobre todo el mal que en mí se hallaba.

La luna se alzaba cuando la agonía hizo presencia en tus ojos. La luz que emanaba tu mirada, se iba opacando para unirse a la oscuridad de la mía, dejando simplemente una ausencia, un vacío... ¡Adiós amor mío!

Fuiste, amada mía, de esas obsesiones que nunca terminan. Como una rima en la poesía. Te he soñado como amiga, novia, esposa, amante y vida. Demasiadas veces, que ya ni recuerdo cómo fue que di con tu conquista. Porque aun cuando nunca fuiste mía, te tuve. Pero recuerdo muy bien los poemas que recité a los 21 gramos de tu alma.

Oh, mi dulce doncella. ¿Por qué presionaste tanto a la verdad? ¿Cuál era el propósito de saber acerca de la profundidad de mi mirada hacia tus venas? ¿Por qué? Si sabías que eso me haría despertar lo que tanto quise controlar. Sabías, oh si que sabías… ¿Quién lo diría?... que la fantasía de tu sangre en mis manos, se hallaban en cada una de mis poesías.


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