Sin mentiras: aquí estoy.


  

He tratado de calmar mis pensamientos. Decirme una y otra vez, que son exageraciones del momento, que no son ciertos. Pero de esto, han pasado años, tantos que si los sumo llegan ser mi vida entera. Y no importa cuantas veces traté de escribir sobre el cómo me sentía, cómo me traté o hasta como llegué a superar ciertas etapas de mi vida. Todo fue una vil y gran mentira.

Aún sigo en picada y voy sin frenos.  Lo cierto es que:  no me quiero. ¡Maldita sea! Nunca lo he hecho.

El gritar hace que me duela la garganta y hablar con alguien hace que termine con el efecto placebo de haberme desahogado y sintiéndome “mejor”. Pero recientemente descubrí que, realmente no me causa ningún alivio hablar con familiares o amigos, porque más bien termino sintiéndome como un estorbo. Y es que, la gente se cansa de esa innecesaria charla repetida de una vida afligida.

Tal vez, a alguien debió importarle alguna vez, pero el pasado para ellos quedó atrás, mientras que, para mí, hay heridas que no se curaron y para colmo le entraron gusanos. 

Pero me digo: Mejor calla, deja de quejarte y no pretendas que tus problemas son mayores comparados a los demás. Si te sientes mal, haz lo que tengas que hacer o lo que sea para sentirte bien. Lo que sea…  

Aunque hay un detalle... “lo que sea”, puede ser un espacio tan creativo para una mente tan sucia de autoflagelaciones, que ya no hay límites. Y yo, que no me amo, me queda fácil cruzar al otro lado. Dejándome llevar por la querencia de querer desaparecer de una vez por todas.

-¡Calla, cálmate y escucha! -es lo que me digo cuando voy a la oscuridad, justo al entrar en pánico por no encontrar la luz. Y me acuerdo, con una punzada en el corazón, que una vez logré evitar ese mal, quemando una carta suicida destinada ser leída por alguien más. De hecho, recuerdo que, hurgando las cenizas de mis supuestas últimas palabras, vi que quedó escrito la palabra “pensamiento”. Como si fuese la escena de una película, ahí estaba. ¿A qué pensamientos me refería en ese entonces? Ni idea. Solamente recuerdo el odio que me tenía y vaya que lloré por mí ese día...

...Y por mucho tiempo, he pensado que aquello se volvió uno de esos cuentos donde te ríes por lo ridículo que fue, pero lo cierto es que aún me veo quemando la carta y poniéndole excusas a mi decisión sin escrúpulo. Como si hubiese tenido la razón todo el tiempo. Todo sería más fácil y sin tantos tormentos… dice mi remordimiento. ¿Qué mierda es eso?

Aunque temo y pienso que nadie me tomará en serio esta confesión (ya sea porque lo verán como exageración o como esa simple etapa de pubertad desgraciada), porque de por sí es muy extraño tener que darle explicaciones -sobre todo cuando nunca las piden- a alguien del porqué te querías quitar la vida. No me importa.

Porque eso ya no importa... ¿o sí? Así como el cuchillo que acarició mis venas una madrugada mientras estabas sentada en el baño… o los vómitos espontáneos que tuve en ataques de pánico ni las contantes veces que me obligaba a quedarme dormida, para pretender apagar al mundo, porque no quería que nadie me molestara. ¿A quién le importa si todo quedó atrás y te lograste “superar”, verdad?

-“Está bien, no estar bien” -llevo esa maldita frase en la mente desde que la escuché, y por casi una década me decidí a sentirme mal en los momentos en que he querido llorar, reír, gozar… pero ya no. Ya no está bien ni es normal que me sienta mal. He logrado engañar con apariencias y respuestas positivas a lo que mi corazón sufre todos los días.

Sí, puedo sonreír, puedo estar activa y ser la mejor versión por un día, dos días, hasta tres. Pero hay un corto circuito que viene cada tanto y mis ánimos se envuelven en llantos, desprecio y antagonismo. Como si fuese una actriz ensayando para el papel de su vida y tiene que pasar por todas las etapas anímicas.

Sin mentir: me he querido definir tantas veces, más por otros que por mí, que ya no sé quién soy. Y a pesar de saber que soy capaz de muchas cosas, no creo en mí. Sufro de miedos y me sobran las ambiciones por grandes sueños, pero me siento pequeña en este mundo de gigantes. Y con ello, la capacidad de llegar amarme me resulta tan imposible que es un chiste. Por ende, aquellas aspiraciones van desapareciendo en la creencia de no ser suficiente.

No sé qué hacer, porque siento que echo todo a perder. Y por más que me digan cosas lindas, me sacudan o simplemente me aturdan con la realidad... nada parece funcionar en mí, para que pueda moverme y surgir. Es como si yo quisiera quedarme así para siempre, dañada. Siendo mi peor enemiga, todos los días.

En serio, sinceramente, me siento mal conmigo misma. Tanto que ya me siento aturdida. Quiero dejar de sentir que voy a vomitar, quiero dejar de gritarle a mi almohada y de temer que al estar soñando golpee las paredes y me lastime otra vez. Incluso quiero, que al irme a dormir, no me quede en el limbo de lo que fue y pudo haber sido... además de que me resulte fácil despertar para disfrutar el día sin amarguras.

Honestamente, siento que nunca he sido feliz, al menos no realmente. Y si una vez lo fui, lo disfruté muy poco o no lo recuerdo. A pesar de tener la vida que tengo, donde las facilidades han sido más que las dificultades… yo me enfoco en lo peor (aún cuando no hay nada de qué preocuparse) porque... bueno, con toda la sinceridad de mi corazón: ¡NO LO SÉ!  Y ya no sé qué hacer. Es como si hubiese otra yo, diciéndome  constantemente que no tengo motivo alguno para sonreír, y de hacerlo... siempre encuentro un pretexto que me tumba con mucho llanto, y que al final me grita: “No mereces ser feliz”.

Y la ironía de todo esto, es que he querido ser partícipe de lo que estoy sintiendo a las personas equivocadas todo este tiempo. Y por ello, me arrepiento con disculpas a quienes se lo he hecho, porque si bien me sirvió para dejar de contener tanto dolor, también influyó para crear más molestias en vez de alivios.

Pero en fin, con esto no busco consejos con tremendas palabras alentadoras (que ya no me creo). Con esto, intento sacar la basura que llevo dentro, así sea por un momento.

Sin mentiras: aquí estoy. Pensando en mí cuando escribí aquella carta que terminó incinerada... dándome cuenta de que aun puedo sentir que estoy ahí o más bien que sigo aquí, tratando de no quemarme las manos mientras intento prenderle fuego a mi pasado.

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