Fobia

Las venas de sus ojos palpitaban tanto que por poco reventaban. La pupila, tan dilatada que se creería ciega, deambulaba entre querer desvanecerse o soportar el terror de quedarse sostenida en el vacío.

Dicen que el miedo te posee, te detiene hasta sentir que se congela cada parte de tu cuerpo. Sientes, incluso, que a cualquier tacto se puede quebrar. Los gritos... se convirtieron en un mito y los gestos se volvieron, hace mucho, en leyendas o probables invenciones de locos que buscan incentivar a la valentía.

Esto que le está ocurriendo, se llama terror. Donde la mente juega malas pasadas cuando piensa que ve fantasmas, y resulta que fueron sombras mezcladas, ruidos confusos y juego de luces que distorsionaron la realidad. Pero que lograron engañar a su corazón que ahora late a mil por segundo.

Hay temor a que el movimiento le mate, o que el corazón desbocado sea el delator de su ubicación. Huyendo de los malos pensamientos, tratando de retener el aliento, ese que perdió desde que vio, oyó, sintió... se encuentra sin escapatoria ni esperanzas. Ya es presa del monstruo.


Todo lo demás, vino como una película cuyo final desconocido te entretiene hasta que tus uñas se hundan en el asiento. Aunque el inicio es inevitable, lo que viene durante el suceso, es tan repulsivo que vomitar sería poco y además sería estúpido, porque eso retrasaría la huida, y de paso, llamaría la atención y que peligro si esa atención la capta el asesino.


Aquel "terrorista" también ve, oye, huele, siente… y a diferencia de no hacer nada, la persona sabe con seguridad máxima, que éste puede dañar, porque ya asusta, intimida y se ríe de alguna forma, de su "superioridad" ante la víctima.


Su piel, fue lo primero que atisbaron las pupilas del hombre antes de quedar inerte, y era tan brillante que, al mezclarse tétricamente con ese color de luto y verde boscoso, la hacían un perfecto camuflaje. Además, aquella criatura emitía, cada vez que podía, ese sonido tan estremecedor que las rodillas tiemblan con tan solo evocarlo.

 

Con su andar sigiloso y liso deja el rastro de sus malas intenciones. Porque nadie puede ser tan callado y acercarse a algo sin pensar en hacer nada, especialmente si le acompañan esos ojos que son como las puertas del infierno, listos para mostrarte el fuego y verte a ti mismo arder en ellos.


Estaba también su lengua. No tan larga como lo es su cuerpo, pero si más delgada y ridículamente rosada, haciendo la perfecta descripción de la traición con una burla, como advertencia.


La advertencia… El cuerpo del humano dio un brinco y al mismo tiempo se descompone al adelantar el proceso de ataque. Sí, cuando el monstruo abre la boca y la lengua se esconde, para darle paso a las armas homicidas. Ahí es cuando los ojos de aquel hombre se cerraron, cuando los gritos comenzaron a sonar en su mente. Y es en ese mismo instante, donde sus gestos que fueron creídos leyendas o invenciones de locos, se vuelven reales. Sin embargo, quedan reprimidos superficialmente a una lágrima y un suspiro.


Muerte. La muerte está aquí...


No obstante, los colmillos solamente fueron mostrados por la criatura que parecía estar despertándose de un letargo o reaccionar por reflejos compulsivos de su naturaleza. Su piel, ya no se veía tan sedosa y amenazadora, sus ojos no lo penetraban como antes -si es que alguna vez, lo llegaron a verlo fijamente- y, su andar, no era por ser sigilosa y depredadora, sino por su forma de moverse en este mundo.


El hombre abrió los ojos y se levanta. Se fue, sí, se fue. La serpiente ya no está. Fue a su hogar, yace oculta en su nido. Y tras percatarse de ello, el enfoque de sus ojos, ve el reflejo del vidrio que yace entre él y su pesadilla. Al darse cuenta de la inmensa distancia que hay entre ellos, llora. Ya no hay fobia...

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