El pueblo y los puercos

Quieres llorar por muchas cosas.
De cosas que ni siquiera comprendes.
Quieres matar la nostalgia con la ignorancia.
Porque al no saber nada de lo que pasa, cómo te preocupas?
Y, aun así, deseas lo mejor, porque piensas que has tenido en tus manos la miseria y no se puede poner peor.

Estando afuera, quieres simpatizar con el duelo, pero todos sabemos que la muerte no es cuestión de etiqueta, sino de respeto. Y estando adentro, nadie puede opinar sobre tus sentimientos. Porque, de hacerlo, serías el hipócrita que quiere entenderlo todo con una sonrisa, sin cuchillos en la espalda.

Queremos intentar cambiar, cuando realmente lo que debemos hacer es evolucionar. Pero, en alguna parte de nuestra historia, se confundió la revolución, con el retroceso masivo de la consciencia de los pueblos. Buscando la culpa en donde sea, menos en nuestra inmovilidad hacia el progreso.

Muchos quieren inculcar, que la humildad es el equivalente a tu estatus socio-económico. Y eso es un error. Porque, la pobreza siempre comienza en la mente y puede terminar ahí, sin esparcirse en tu estado y acciones sí así tú lo decides.

Así de simple. Así como se decidió vivir con los tan “imprescindibles” mártires de la patria, para precisamente recordarnos que, por ellos, se pudo construir esta gran nación. Nación que, apenas se sostiene. Y vaya que logra mantenerse bajo las columnas de un conformismo maldito que tiene al pueblo con la frente en alto, pero con las rodillas en tierra, sangrando, olvidando la fuerza que tienen y el para qué fueron hechas.

En fin, autorizamos una operación a corazón abierto sin saber las consecuencias. Teniendo esa odiada tendencia irreversible que año tras año nos fue desvaneciendo el sentido común de ser un ciudadano con respeto por las leyes. Poco a poco, tras cada suceso, la memoria se nos ha hecho corta. Como una estrella fugaz, que agoniza durante su belleza, pero tan alucinante y rara como su propia existencia.

Nos hemos convertido en una mascota. Algunos, son de las que animan al bastardo que nos puso la cadena con besos y lealtad y otros le ladramos tan fuerte que se queja, pero solo logramos que se flexibilice un poco para que nos calmemos. Sin embargo, ninguno se ha atrevido a morderlo. No, para eso necesitamos a toda la manada y no somos lobos. O eso nos quiere hacer pensar… Éstos puercos, nos han tratado como perros por mucho tiempo, que terminamos creyéndolo.

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